Desde su Zaragoza natal llegaron hasta Silicon Valley, y, cuando su prometedora carrera profesional estaba despegando, decidieron abandonar el ascenso a la cúspide para encerrarse en una autocaravana y bajar casi al subsuelo. Así arranca el proyecto vital de cuatro amigos de la infancia que un día, ante la estupefacción de sus familias, decidieron dejarlo todo para recorrer Latinoamérica llevando agua potable a las regiones más recónditas y desfavorecidas.
"Más de 15.000 kilómetros desde México hasta Perú proporcionando filtros de potabilización para que más de 20.000 personas tengan acceso a agua potable durante los próximos 10 años", es el resumen que Eduardo Salvo hace de The Water Van Project, el proyecto en el que se embarcó hace ahora seis meses con sus amigos Chechu Pajares, Diego Félez y Jorge Horno, con los que compartió juegos y juguetes, y ahora, años después, una experiencia única. Llegaron a ella, entre otros motivos, porque "ninguno se sentía realizado con los trabajos que estábamos desempeñando".
"Por una lado, teníamos ganas desde hace tiempo de realizar un proyecto social llevado a cabo por nosotros mismos que combinase ayudar y viajar. Por otro lado, todos teníamos la necesidad de darle una vuelta a nuestro futuro personal y profesional. Teníamos una buena calidad de vida y buenos trabajos, pero ninguno estaba realmente contento con lo que hacía", explica Salvo, de 28 años.
Así, todos se acercaron al departamento de Recursos Humanos en sus respectivas compañías para decir adiós. Sólo Diego, de excedencia de su trabajo como account manager en Amazon en Madrid, lo ha hecho temporalmente. Tanto Eduardo, que trabajaba en San Francisco como analista y trader financiero, como Jorge, que era product manager en HP, también en la ciudad estadounidense, dejaron sus puestos. El cuarto de la cuadrilla, Chechu, ya llevaba tiempo viajando por el mundo con una cámara de fotos como compañera. Fue la sustituta de la toga que colgó tras ejercer un tiempo como abogado y decidir que no era lo suyo.
"Nuestras familias y entorno recibieron las noticias, como es normal, con bastante sorpresa. Al principio pensaron que estábamos siendo imprudentes y que no era la mejor idea. Pero una vez vieron lo importante y serio que era para nosotros, como iba desarrollándose el proyecto y la importancia que iba a tener en la vida de tantas personas, la cosa cambió totalmente", relata Salvo.
Se refiere a su viaje repartiendo filtros potabilizadores por Latinoamérica, donde más de 60 millones de personas no tienen acceso a agua potable y 120 millones no tienen acceso a saneamientos. "Los filtros que proporcionamos -una especie de colador en el que se quedan las bacterias y partículas contaminantes- son de dos tipos diferentes. Unos enfocados a grupos pequeños y familias, y otros destinados a escuelas y hospitales. Los filtros familiares proporcionan agua potable a grupos de hasta 15 personas durante más de 12 años, y los comunitarios hasta a 300 personas durante seis años", explica Salvo.
Una labor, la de llevar agua potable a zonas necesitadas, para la que cuentan con la colaboración de ONGs locales, con las que enseñan los procesos de instalación y mantenimiento adecuado de los filtros a las comunidades y organizaciones, a la vez que fomentan el uso responsable del agua, y la importancia de la higiene.
Una campaña de crowdfunding dio el primer empujón al proyecto. Buscaban recaudar 25.000 euros para financiar los filtros y casi duplican las expectativas: 43.000 aportados por 350 personas. Después, vino el apoyo de los patrocinadores. "Desde el inicio empezamos a ahorrar dinero para pagarnos todos los costes que no fueran la compra de los filtros de potabilización. Nunca hubo ninguna duda de que el proyecto se iba a llevar a cabo aunque no tuviéramos ni un solo 'sponsor'".
La financiación, explica, está dividida en dos vías: una, las donaciones para la compra de filtros. La prioridad y "lo único que realmente necesitábamos para desarrollar el proyecto". Por otra parte, los patrocinios, que aparecieron a los meses de empezar el periplo. "Cuando comenzamos a aparecer en las redes sociales tuvimos un crecimiento bastante rápido y varios medios de comunicación nos contactaron, así nos dimos cuenta de que el proyecto podría ser atractivo también para empresas. Nos pusimos en contacto con el área de responsabilidad social de varias, pidiendo financiación para ayudarnos con nuestros costes (logística, materiales, comida, alojamiento, desplazamiento...) a cambio de imagen social corporativa a través de nuestros canales de comunicación".
¿Y por qué Latinoamérica? "Por muchas razones. Por un lado casi ninguno de nosotros habíamos estado en el continente (solo Jorge y apenas unos días por cuestión de trabajo en Chile) y a todos nos atraía muchísimo la diversidad cultural y natural que ofrece esta región", explica Salvo. "Y también porque América Latina es un continente con todavía muchísimos problemas y necesidades, por lo que creíamos que teníamos mucho que aportar de la forma que fuese. De hecho, América Latina es el continente con más recursos de agua dulce pero con menos agua potable en proporción".
Tienen previsto finalizar su periplo en octubre. Pero no se resignan a que sea un punto y final, Si acaso, un punto y aparte. "Aunque nuestros caminos tomarán vías diferentes y no tenemos claro que viene después, estamos buscando formas de darle continuidad a este proyecto a largo plazo".
Conscientes de que siempre habrá quien pueda ver en esta iniciativa una forma de sufragar un viaje de amigos por el mundo con la excusa de realizar un labor solidaria, tienen clara la respuesta. "Sabemos que mucha gente habrá pensado eso alguna vez al escuchar sobre el proyecto y lo entendemos perfectamente. En España existe la idea de que realizar una labor humanitaria sólo puede consistir en eso, en ayudar", afirma Salvo, a quien sin embargo su paso por San Francisco le dio otra visión.
"A nosotros nos gustaría mostrar que también existe una forma diferente de hacer las cosas. Nuestro proyecto se vio muy influenciado desde el principio por el tiempo que pasamos en California, donde la percepción de esta idea es diferente. Allí se respeta y se admira a las personas que buscan la manera de combinar su pasión, cualquiera que sea, con ayudar a los demás. En nuestro caso, nuestra pasión es viajar y creemos que no hay mejor forma de hacerlo que ayudando en el camino". Kilómetro a kilómetro, gota a gota.
Y apostilla: "Si cada grupo de amigos que hiciese un viaje de cualquier tipo a cualquier lugar del mundo intentase aportar algo para ayudar a las personas de los lugares que visitan, el mundo tendría muchos menos problemas".
Tienen previsto finalizar su periplo en octubre. Pero no se resignan a que sea un punto y final, Si acaso, un punto y aparte. "Aunque nuestros caminos tomarán vías diferentes y no tenemos claro que viene después, estamos buscando formas de darle continuidad a este proyecto a largo plazo".
Conscientes de que siempre habrá quien pueda ver en esta iniciativa una forma de sufragar un viaje de amigos por el mundo con la excusa de realizar un labor solidaria, tienen clara la respuesta. "Sabemos que mucha gente habrá pensado eso alguna vez al escuchar sobre el proyecto y lo entendemos perfectamente. En España existe la idea de que realizar una labor humanitaria sólo puede consistir en eso, en ayudar", afirma Salvo, a quien sin embargo su paso por San Francisco le dio otra visión.
"A nosotros nos gustaría mostrar que también existe una forma diferente de hacer las cosas. Nuestro proyecto se vio muy influenciado desde el principio por el tiempo que pasamos en California, donde la percepción de esta idea es diferente. Allí se respeta y se admira a las personas que buscan la manera de combinar su pasión, cualquiera que sea, con ayudar a los demás. En nuestro caso, nuestra pasión es viajar y creemos que no hay mejor forma de hacerlo que ayudando en el camino". Kilómetro a kilómetro, gota a gota.
Y apostilla: "Si cada grupo de amigos que hiciese un viaje de cualquier tipo a cualquier lugar del mundo intentase aportar algo para ayudar a las personas de los lugares que visitan, el mundo tendría muchos menos problemas".
Fuente: El Mundo
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